"Hipocresía", qué bella palabra.

"Cuando el hombre se mira mucho a sí mismo, llega a no saber cuál es su cara y cuál es su careta"

"El único egoismo aceptable es el de procurar que todos estén bien para estar uno mejor"

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‎"Hipocresía", bella palabra.

La diferencia entre el actor y el hipócrita es muy pequeña: el actor representa su papel frente a un público con el fin de causar un efecto, y un hipócrita lo hace, pero con el fin de que el efecto dañe a su público en su propio beneficio.

Y sí, a veces es difícil separar la acción de la emoción. Sin embargo, el verdadero problema proviene cuando el público es consciente del juego, para bien, o para mal, y sobre todo para mal.

Hoy el público ni aplaude ni abuchea, pero queda un consuelo: el actor SIEMPRE sabrá convertir el drama en un espectáculo de clown, y hoy, el hipócrita solo será eso: un PAYASO.

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Hola mundo:

Siempre supe que un día ocurriría algo de este tipo.
Que llegaría el día en el que volviera a pasarme lo de siempre.
Y ese día llegó.

Llega otra vez el día en el que no concibo mi vida sin la hipocresía, sin puñaladas, y sobre todo, sin gente que me anime a escribir de nuevo, con el fin de, tal vez, auto-convencerme de que hago lo correcto, o para denunciar lo que según mi punto de vista no está bien, o para buscar desesperadametne alguien que, como yo, sepa identificarse con lo que escribo, que, muy a menudo suele acabar en el contenedor de reciclado.

¿Por qué al contenedor de reciclado?
Buena pregunta. En primer lugar, porque como buena ex-scout hay que mirar por el medio ambiente.
Vale, miento, esa no es la razón.

Tengo miedo. Bastante. Más bien... pánico. ¿A qué? ¿Acaso las letra muerden?

No, las letras no, pero sí la conciencia, mi propia conciencia.

Siempre se dicen que las palabras se las lleva el viento, y es cierto. Pero un día comprobé que aquello que se escribe es como la palabra que jamás te atreviste a pronunciar: es un silencioso eco que te reconcome, que te rasga y te asfixia, que vuelve a nacer cada vez que pasas la vista por los pequeños contornos que forman las frases que, un día, llegaste a pensar de forma sincera.

Y eso impone, bastante, y el miedo se une a la tentación de volver a la vista atrás, a un pasado que a veces desearía no recordar, aunque en el fondo no me arrepienta de ello.
Simplemente, el pasado, pasado es, y así debe seguir siéndolo.

Y es que parece que cuando escribes, los hechos se hacen más patentes.
Ya lo describía el Teorema de Thomas:

"Si los individuos definen sus situaciones como reales, son reales en sus consecuencias"

Hoy la inspiración no es mi virtud, así que prefiero no tentar más esta maldita suerte, que se ríe en mi cara.
Pero quien ríe el último... ríe mejor.


Sin más silencios que contar... Valquiria

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