Espejos

Verás, esto es muy sencillo, resulta que tengo un problema, ¿de acuerdo? A ver, ponte en situación, mi lugar.
Un día te levantas, te miras al espejo y ves la misma cara de ayer. Y ahí comienza todo.

Siempre pensé que los ojos son el espejo del alma. Hay personas con la mirada clara, con mirada sincera, mirada penetrante, mirada vacía, mirada perdida, mirada oscura, mirada desconfiada, mirada indecisa, mirada suplicante, mirada apasionada, mirada desesperada, mirada triste, mirada seductora, mirada asesina, mirada profunda o mirada cristalina.
Cada uno de nosotros tiene una mirada, tantas como personalidades existen en este mundo, o tantas como cosas has vivido en toda tu vida.

Quizá sea eso, el haber vivido tantas situaciones encontradas, tantos momentos extremos (tanto buenos como malos), que han hecho que cada mañana mire al espejo, y no sepa qué persona queda reflejada en él.

Lo que quizás sí tengo más claro es qué hubo.
Lo que siempre quise que hubiera.
Y lo que hay… en la ficción.
Lo poco que hay de lo que yo quiero ser.

Y es que las historias siempre se repiten, se repiten hasta que te ahogan, hasta que hacen que tu mirada se convierta en destellos fugaces de tu pasado que resbalan por tu mejilla y te mojan entera, te oprimen, y te queman.

Da igual cuántos días pasen, cuántos años corran en mi contra. Seguiré mirándome al espejo y seguiré siendo yo, seguiré siendo esa gran desconocida para mí misma.
Al menos espero que mañana, cuando me vuelva a reflejar en mi espejo vea a una chica diferente a la de ayer, que se parezca un poco más a lo que realmente soy: a lo que mis ojos gritan que soy, a lo que anhelo ser, a lo que intento parecerme haciendo calcomanías de sonrisas y lágrimas, de espectros, carne y hueso.

Valquiria.